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El río que llama a la paz (#Ebro).

IMG_20171107_064602_616 Cuando tengo la mente confusa, camino. Tan oscuros los pensamientos  como azul el cielo: confío en la sabiduría de este último.
Camino lento (así hago la revolución en un mundo donde cada cual ostenta buenas razones para la prisa).
Camino sola, ordeno mejor lo que se me desordena.
Camino en lo que tengo (un río) y camino sin hora en el ahora.
Camino por los que no pueden caminar o por tantos otros que corren senderos negros para salvar la vida.
Ha habido y habrá otros caminos, pero hoy me acoge el #Ebro: el que se pone verde botella cuando llueve, el que une pueblos que se dicen distintos, el que veo todos los días, el que es mi hogar. Camino el río que  me llama a la paz.

Cuando el cielo dibuja olas.

IMG_20171121_065036_883 Esto va de una chica de interior que culpaba a su río por no ser el océano que siempre anhela; pero era el cielo el que dibujaba para ella olas de nubes, el que le regalaba el azul marino.
Apenas nada de lo que he buscado con ahínco me ha sido dado. Por contra, tantas cosas extraordinarias han venido a mí sin pedirlas que necesitaría décadas para contarlas. La vida siempre me encuentra en movimiento, y creo que es el truco de todo esto: que el alma circule en gerundio y con ojos abiertos. Amando. Riendo. Llorando. Intentando. Aprendiendo. Caminando. Sólo así el viaje te encuentra y se ve el cielo que dibuja para ti olas de nubes.

Vivir sin mapas

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Para vivir ya no quiero mapas; los justos aquí y allá que alerten de algún precipicio innecesario y orienten la medida de un buen botiquín. Me fabriqué una brújula con restos de errores y aciertos, y me eché a la vida con pocas intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender y la de escribir. Cada cual en su viaje, las suyas.
Para vivir ya no quiero mapas, me distraen del camino. Cuando me pierdo, pregunto. Cuando me canso, me paro. Cuando el alma coge frío, pido refugio. Cuando alguien se pierde, le guío. Cuando alguien se cansa, le ayudo. Cuando tengo el corazón lleno, doy refugio.
Para vivir ya no quiero mapas, porque me dan igual los puertos o los destinos, que de qué me sirve a mí llegar a ningún lado si de camino, con las prisas, los miedos o los anhelos tontos, pierdo las intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender, la de escribir.

Quiero ser recolector de amaneceres.

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Ya no quiero ser nada especial “cuando sea mayor”, ni una casa si va con hipoteca, ni coche si no lo necesito. Ya no quiero un gran sueldo si me quita el sueño, ni a nadie que me robe la salud. Ya no quiero ser la primera, y me importa un pimiento ser la última, si así disfruto más. Ya soy mayor: sólo quiero ser lo que ya soy. Quiero recordar cada día que si hay prisas, no son mías, sino herencia de un mundo que no me pertenece. Que si tengo (o no) trabajo, no soy mi trabajo. Quiero abandonarme a la vida, a la que poco le importan los mapas o los planes. Que mi hogar sea cualquier persona que necesite dar y recibir amor, del bueno, sin estrategias, ni técnicas de asertividad, ni andar poniendo límites al corazón. Quiero caminar ligera de equipaje, para no perder tiempo en gestionar cosas que no me importan. Escaparme a la soledad cuando lo necesite, y a la vuelta celebrar el abrazo. Que me ocupe el tiempo contar, de las grandezas y miserias de la vida, las primeras. Quiero levantarme cada mañana y guardar el amanecer en el corazón, donde está el infinito que atesora las veces que, pese a todo, nace el día, las ilusiones, los intentos y esperanzas. Quiero llevar todo eso en la mochila y, cuando me llegue el momento, poder decir que, en esta vida, he sido recolector de amaneceres.

Especies humanas de la Ribera del Ebro

Queridos amigos de la fauna ibérica, muchas son las especies que pueblan la ribera maña, pero me fascina especialmente ese jubilado, caminante profesional, que anda abocado hacia delante con la camiseta a la cintura, ingeniero del bronceado perfecto. A su señora, con chándal y perlas, el pelo recién cardado de su sesión de peluquería semanal. Seguramente amiga de esa otra, un poco más joven, que agarra (en asfalto y llano)  dos palos de alta montaña. Madre ésta de las chicas que comienzan a correr no demasiado uniformadas (todavía no han sido contaminadas por el uniforme Decathlon), a las que le mira el trasero el dúo de corredores amigos (el corredor profesional está demasiado ocupado con su cronómetro y sus tiempos y, a diferencia del jubilado, no se quita la camiseta, aunque debería). Decathlonianos,
ciclistas de casco extraterreste y leggins inhumanas, hippies de bici y cesta, currantes de traje o tacón que biZicletean fuera de las rutas y te atropellan por detrás, ejércitos de patines, todos ellos me alegran el paseo trabajo-casa y casa-trabajo. Pero NINGUNO comparable a esa señor/a que llega tarde a trabajar, y se le escapa el autobús, y  a pesar de su lumbago SABEN que el bus de Zaragoza NUNCA ESPERA: les cambia la cara, de repente sus músculos se vuelven acero, sacan alas, zapatillas voladoras y emprenden su vuelo, capturan su objetivo y vuelven a su ser en un gesto evolutivo de destreza corporal que demuestra que TUZSA ha hecho mucho por la evolución de la especie maña. Darwin estaría orgulloso de ellos y yo los admiro por demostrarnos el verdadero espíritu YES, YOU CAN.