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El árbol que eres (primavera).

IMG_20170305_194542Desde que soy árbol, me gusta la primavera.
Renazco y me invento un traje para el trajín que me espera: un tronco de conchas, un arbusto en las dunas, una copa de algas, una rama en la arena.
Detrás de cada invierno, una luz diferente.
Detrás de cada hoja, el sonido que traiga la marea.
Detrás de cada naufragio, una luna nueva.
Desde que soy árbol, viajo al centro de la vida cada primavera.

El árbol que eres (Otoño)

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Desde que soy árbol, me gusta el otoño. Qué felicidad sacudirme hojas muertas, ideas que ya no valen, y todo aquello que no ha de volver. Que sea la calma la que diga adiós a la locura del verano. Un buen peeling al tronco, yoga con las ramas y estiro bien la copa, arriba y arriba, para que mire con gracia la luz y el cielo. ¡Vuelvo a ser ligero!
Desde que soy árbol, me gusta el otoño.

Cocinar la vida con lo que hay en la nevera.

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Tu felicidad requiere práctica y talento y, por si no lo sabes, es cuestión de voluntad. Diaria. La sed de emociones pide quimeras, porque nada tan tentador como una buena paella no teniendo marisco: nos enseñan que los delicatessen, cuanto más caros y lejanos, mejor. Juega a nuestro favor que, para el alma, precio y valor no son sinónimos, y aprendemos que la dicha se amamanta con sencillez. Que si algo o alguien no te llena, pues problemicas tenemos todos, y tendrás que inventarte tú otra fórmula o fabricarte formas nuevas de vivir lo que ya tienes, en tanto en cuanto luchas (o no) por que todo cambie. Que todo esto del día a día no va de grandes gestas, sino del poco a poco. Que el vaso del esfuerzo se agota y aliñar tus horas con alegría, especialmente cuando no hay razones para ella, es lo más razonable. Que la felicidad requiere habilidad: la que desayuna alquimia con café. La que, al alba, nos anima hoy y ahora a cocinar algo rico con las alegrías y tristezas que tenemos en la nevera.

De cómo para disfrutar en la pisci debes hacer ruido y tener una nevera de corchopán

A los que os quedáis en agosto en la ciudad y no vivís en urbanización con piscina: hay esperanza. Se llama piscina pública, y es un ecosistema que varía. Durante la semana puedes encontrar pequeños reductos de paz y silencio, incluso nadar, pero los domingos mutan hacia formas extrañas de selvas ruidosas. No os preocupéis, después de una sesión de observación participante, os doy algunas claves para vuestra supervivencia social: 1/ Madrugar para apropiarte de la mejor tumbona, que requiere un estudio previo sobre las horas de sol-sombra en cada flanco (los jubilados son expertos en el tema). 2/ Tendrás que acudir en pandilla (asegúrate de que lleven muchos tatuajes y bikinis chillones), y realizar ejercicios de ostentación lúdica todo el rato: comer, beber y gritar mucho y no parar de hacer cosas. Para lo primero, necesitarás tuperwares muy grandes y el día anterior cocinar sin parar para llenarlos de: pechugas empanadas, pimientos, tortillas, tarta casera de galletas maría. Atención: los bocadillos parece ser que están prohibidos, porque permiten menos interacción social, dado que es importante que regularmente grites “pásame esto y lo otro”.
También deberás llevar todo tipo de chuches, y tener en cuenta que cada cosa requiere su nevera portátil diferente: la normal familiar, la normal XXL a la que puedes ponerle ruedas (esto es verídico), y mi preferida: una de tamaño ataúd, de corchopán, para las cervezas y el tinto de verano. Hay otros elementos básicos como el hule no discreto, el juego de cartas con funda de terciopelo, el termo de café con estampado a cuadros y la bolsa de mercadona con unas treinta barras de pan. Deberás tomar muchas fotos y colgarlas inmediatamente en facebook y, si pensabas que el radiocasette con música a tope estaba obsoleto, parece ser que sigue vigente. Mis amigas y yo no sabíamos nada de todo esto y acudimos la una con una fiambrera de comida vegana-ayurveda, otra con una ensaladita en bolsa térmica unipersonal de tienda de diseño y yo con un modesto sándwich. A falta de un yate en alta mar, decidimos aprovechar la lección de antropología básica que nos ofrecieron nuestros vecinos de mesa, de la que concluimos que para disfrutar de la vida no hace falta mucho dinero, sino muchos amigos, comer y beber sin parar, hacer ruido y tener una gran nevera de corchopán.

Dolce far niente

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Quién quiere viajes hoy, quién quiere prisas, quién desaliento, quién quiere lunes, quién ruidos, quién adelantarse al pensamiento. Quién quiere mañana, quién quiere ayer, quién traicionar la pereza que le saca la miel al tiempo. Mirar al cielo y su dolce far niente, para que parezca que cada rato es domingo. Domingo lento.