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El árbol que eres (primavera).

IMG_20170305_194542Desde que soy árbol, me gusta la primavera.
Renazco y me invento un traje para el trajín que me espera: un tronco de conchas, un arbusto en las dunas, una copa de algas, una rama en la arena.
Detrás de cada invierno, una luz diferente.
Detrás de cada hoja, el sonido que traiga la marea.
Detrás de cada naufragio, una luna nueva.
Desde que soy árbol, viajo al centro de la vida cada primavera.

Vivir sin mapas

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Para vivir ya no quiero mapas; los justos aquí y allá que alerten de algún precipicio innecesario y orienten la medida de un buen botiquín. Me fabriqué una brújula con restos de errores y aciertos, y me eché a la vida con pocas intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender y la de escribir. Cada cual en su viaje, las suyas.
Para vivir ya no quiero mapas, me distraen del camino. Cuando me pierdo, pregunto. Cuando me canso, me paro. Cuando el alma coge frío, pido refugio. Cuando alguien se pierde, le guío. Cuando alguien se cansa, le ayudo. Cuando tengo el corazón lleno, doy refugio.
Para vivir ya no quiero mapas, porque me dan igual los puertos o los destinos, que de qué me sirve a mí llegar a ningún lado si de camino, con las prisas, los miedos o los anhelos tontos, pierdo las intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender, la de escribir.

Ama porque sí.

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Ama porque sí. Como quien tiene una importante misión que nadie puede saber. Como quien viste su mejor traje en un día triste. Como si fueras la única persona sabedora de abrazos. Como si tu cariño fuese la vacuna para todos los males. Amasa arrumacos para darlos calentitos recién se despierte el mundo. Practica el arte de querer, contigo mismo, para que anide en ti la alegría sin motivo. Abraza la vida como a un bebé huérfano: sin reservas. Canta a las caricias recibidas, como si fuesen un milagro, fabricando nanas para los holas y adioses del Camino. Ama porque sí.

Cocinar la vida con lo que hay en la nevera.

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Tu felicidad requiere práctica y talento y, por si no lo sabes, es cuestión de voluntad. Diaria. La sed de emociones pide quimeras, porque nada tan tentador como una buena paella no teniendo marisco: nos enseñan que los delicatessen, cuanto más caros y lejanos, mejor. Juega a nuestro favor que, para el alma, precio y valor no son sinónimos, y aprendemos que la dicha se amamanta con sencillez. Que si algo o alguien no te llena, pues problemicas tenemos todos, y tendrás que inventarte tú otra fórmula o fabricarte formas nuevas de vivir lo que ya tienes, en tanto en cuanto luchas (o no) por que todo cambie. Que todo esto del día a día no va de grandes gestas, sino del poco a poco. Que el vaso del esfuerzo se agota y aliñar tus horas con alegría, especialmente cuando no hay razones para ella, es lo más razonable. Que la felicidad requiere habilidad: la que desayuna alquimia con café. La que, al alba, nos anima hoy y ahora a cocinar algo rico con las alegrías y tristezas que tenemos en la nevera.

Quiero ser recolector de amaneceres.

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Ya no quiero ser nada especial “cuando sea mayor”, ni una casa si va con hipoteca, ni coche si no lo necesito. Ya no quiero un gran sueldo si me quita el sueño, ni a nadie que me robe la salud. Ya no quiero ser la primera, y me importa un pimiento ser la última, si así disfruto más. Ya soy mayor: sólo quiero ser lo que ya soy. Quiero recordar cada día que si hay prisas, no son mías, sino herencia de un mundo que no me pertenece. Que si tengo (o no) trabajo, no soy mi trabajo. Quiero abandonarme a la vida, a la que poco le importan los mapas o los planes. Que mi hogar sea cualquier persona que necesite dar y recibir amor, del bueno, sin estrategias, ni técnicas de asertividad, ni andar poniendo límites al corazón. Quiero caminar ligera de equipaje, para no perder tiempo en gestionar cosas que no me importan. Escaparme a la soledad cuando lo necesite, y a la vuelta celebrar el abrazo. Que me ocupe el tiempo contar, de las grandezas y miserias de la vida, las primeras. Quiero levantarme cada mañana y guardar el amanecer en el corazón, donde está el infinito que atesora las veces que, pese a todo, nace el día, las ilusiones, los intentos y esperanzas. Quiero llevar todo eso en la mochila y, cuando me llegue el momento, poder decir que, en esta vida, he sido recolector de amaneceres.