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El mapa de tus afectos.

redesQué o quién te sostiene cuando caes, cuando crees caer, cuando no sabes si has caído, cuando no caes en gracia, o caes en la cuenta de que andas perdido en el océano.
Ay, todos esos faros: amigos salvavidas, extraños que te dan amparo, personas que sin tú pedirlo te rescatan del naufragio, o gente de toda la vida que acuden a ti, en tu deriva, con sus redes de ayuda de azul infinito.
Aunque navegues solo, dibuja en el vientre de cada noche estrellada el mapa de tus afectos.

(fotografía de www.jesustejel.com)

Vivir sin mapas

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Para vivir ya no quiero mapas; los justos aquí y allá que alerten de algún precipicio innecesario y orienten la medida de un buen botiquín. Me fabriqué una brújula con restos de errores y aciertos, y me eché a la vida con pocas intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender y la de escribir. Cada cual en su viaje, las suyas.
Para vivir ya no quiero mapas, me distraen del camino. Cuando me pierdo, pregunto. Cuando me canso, me paro. Cuando el alma coge frío, pido refugio. Cuando alguien se pierde, le guío. Cuando alguien se cansa, le ayudo. Cuando tengo el corazón lleno, doy refugio.
Para vivir ya no quiero mapas, porque me dan igual los puertos o los destinos, que de qué me sirve a mí llegar a ningún lado si de camino, con las prisas, los miedos o los anhelos tontos, pierdo las intenciones: la de amar, la de intentar, la de aprender, la de escribir.

Ama porque sí.

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Ama porque sí. Como quien tiene una importante misión que nadie puede saber. Como quien viste su mejor traje en un día triste. Como si fueras la única persona sabedora de abrazos. Como si tu cariño fuese la vacuna para todos los males. Amasa arrumacos para darlos calentitos recién se despierte el mundo. Practica el arte de querer, contigo mismo, para que anide en ti la alegría sin motivo. Abraza la vida como a un bebé huérfano: sin reservas. Canta a las caricias recibidas, como si fuesen un milagro, fabricando nanas para los holas y adioses del Camino. Ama porque sí.

Una locura, lo sensato.

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Por amor. Por sobrevivir, o por la búsqueda de un mejor vivir. Porque sí. Cuando no queda otro remedio. Cuando no se cometieron en su día y se nos extraviaron experiencias. Cuando un desastre nos aboca a la huida o un deseo de cambio, a la vida. Por salvarnos, porque también a la razón le susurra la intuición que no todo tiene garantías, que el ensayo y su error es razonable en los grandes y pequeños sinsentidos. Hay veces que una locura es lo sensato, y la serenidad nombra capitán al desorden, Momentos en que el mejor arquitecto es uno mismo cuando rompe los cimientos de todo aquello que le limita para amar, sobrevivir, o mejor vivir lo que nos encuentra mientras navegamos el alma.

Reino de Ronquidos, #CaminodeSantiago

Cierto que el #CaminodeSantiago es interiorización: te encuentras a ti mismo, conectas con la naturaleza, haces de cada peregrino tu familia, aprendes a adaptarte y la lógica del encuentro -desapego mientras dices #BuenCamino. Cierto que me abrió el corazón, sentí a un Dios diferente y hablé inglés por los codos. Cierto que aprendí ingeniería para llenar la mochila sin que pese, que unos buenos calcetines marcan la diferencia, que es tu sonrisa el maquillaje que te pone guapa, que la gente viene del otro lado del mundo para hacer lo que tú tienes al lado, y que no hay reglas, ni edad, ni condición física que prediga que serás un buen caminante. Pero hay cosas que nadie cuenta, y que hacen del Camino un lugar profundamente humano. Por ejemplo, tipos de caminantes según su ronquido: el musical (diferentes matices y tonalidades), el metrónomo (ronquido constante, estable), el escalador (y sube y sube y sube hasta hacer cima y despertar a todos), el Gran Roncador (Oh my God), el susurrador (leve como una nana),
el imprevisible, y tantos otros que hicieron de mis tapones una joya en mis oídos. Tampoco nadie te dice que tus ojos verán rutinas de higiene extrañas, ropa interior que no tienes necesidad de ver, que hay sonidos que te recordarán que no distamos tanto del mono. Que con treinta kilómetros en el cuerpo, a lo mejor eres tú el que ronca, o el que a un desconocido le ofrendas tu ropa sucia para la lavadora. Que miras, curas y tocas las ampollas del pie del otro con la misma naturalidad que rezas a un amanecer. Que todo esto no va de ser mejor ni de llegar antes, sino de ser lo que ya eres y que el #CaminodeSantiago es, tanto como un camino espiritual, el más humano entre los Reinos de Ronquidos. #BuenCamino, y #BuenRonquido.