El segundo desayuno, como los Hobbits. Si madrugo como hoy, cuando no toca, tomo algo y… me dejo tentar de nuevo por las sábanas y un libro, justo cuando el resto del mundo despierta. Festival de la pereza, después de una siesta a deshoras, el segundo desayuno es un lujo de lentitud en tiempos en que lo barato parece ser la prisa. Éste, con cardamomo y canelita, para una mañana dulce y tranquilita.
En las cuestas de la vida veo que todos hablan de lucha, esfuerzo, claro. Poco se habla del placer: cuanto más duras las batallas, más necesario. Inicio un decálogo de pequeños placeres con el azul. Mirar el azul. Del cielo, del mar, dejar q te cure los ojos y habite la mente. Durante un rato, que sólo exista en la vida tu azul.
Los grandes placeres vienen y van en olas a capricho, surfearlos es todo un arte. La gran ingeniería vital es abrir la puerta al yodo, el viento y el azul de la vida cuando no hay olas y el día es gris. Inventarse uno microplaceres que pongan canela al café. Abrir esa puerta cada día porque sí, y mirar el mar de cada uno con placidez.
(Foto tomada en Santander, Palacio Magdalena).