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Un mundo lleno de mañanas de domingo

Me gustan los árboles y las personas que estiran el cuello para avistar esperanza. Aquellos libros que hacen los días más ligeros, incluso cuando cuentan el peso del mundo. Las jornadas desnudas de prisas y las charlas, al sol, libres de enfados. Los jóvenes con ganas de luchar y los viejos con afán de aprender.

Me gustan los amaneceres llenos de posibilidades, y los atardeceres con pinceladas de buena compañía; me gusta este mundo que me invento, colmado de mañanas de domingo, que siempre me ha salvado.

La Erótica de la página

Me gusta esa luz de primera hora de la mañana en la que escribo, pienso y camino mejor, hora mágica en la que genero mundos posibles, resuelvo los imposibles y salgo a caminar la ribera. Me gustan las señoras y los señores que se visten para caminar como si fuesen a correr una maratón, aunque les apriete la camiseta. Me gustan los grupos de ciclistas que celebran su tour dominguero con risas y huevos fritos, como si volviesen de una gran victoria. Me gustan los adolescentes que comparten manta con el Ebro, los besos y un libro. Los solitarios que habitan una piedra al lado del agua, sin más afán que observar. Me gustan los niños que aprenden a ir en bici y los padres que la reaprenden para enseñarla. Me gustan las amigas que disfrutan desayunos ruidosos y perros que pasean a sus dueños por senderos y cariño. Me gustan los fotógrafos que cazan pájaros y los corredores que sortean paseantes. Me gustan los que caminan para celebrar la soledad, buscadores de silencio. Me gustan los grandes grupos de andarines que quedan junto al Ebro para avanzar rápido a la conquista del tiempo.

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Me gusta el café que me tomo en mi terraza favorita al final del paseo, y sonrío a la camarera que se acuerda de mi nombre. Me gustan las conversaciones ajenas que atrapo mientras finjo que leo, y la caricia del sol de invierno. Me gusta la pereza aquí y allá, como las flores silvestres, en ratos que no esperas. Me gusta la gente que sabe estar tranquila y hacer compañía, sin más. Me gustan los perros que me saludan como si ya me conociesen y las amigas que saben conjugar un «¿Cómo estás?». Me gusta este mundo que me invento que olvida la noche, las sombras, las dudas y puebla mis días de mañanas de domingo.

Microuniversos.

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Dentro de nosotros hay un microuniverso, libre y sin miedo, donde solo hay belleza.
Donde elegimos ver lo que nos hace bien, inventamos paisajes con las ruinas y hacemos héroes a los árboles vencidos.
No hay ira, ni tiempo.
Ojalá todos tengáis ese reino al que viajar, allí donde yo voy cada vez que escribo.
Que os escribo.

Cuando el cielo dibuja olas.

IMG_20171121_065036_883 Esto va de una chica de interior que culpaba a su río por no ser el océano que siempre anhela; pero era el cielo el que dibujaba para ella olas de nubes, el que le regalaba el azul marino.
Apenas nada de lo que he buscado con ahínco me ha sido dado. Por contra, tantas cosas extraordinarias han venido a mí sin pedirlas que necesitaría décadas para contarlas. La vida siempre me encuentra en movimiento, y creo que es el truco de todo esto: que el alma circule en gerundio y con ojos abiertos. Amando. Riendo. Llorando. Intentando. Aprendiendo. Caminando. Sólo así el viaje te encuentra y se ve el cielo que dibuja para ti olas de nubes.

#actitud

IMG_20171128_063812_156 Me enamoré de este árbol decapitado, tan orgulloso de sí a pesar de su desastre, y le pedí matrimonio allí mismo, al lado del Ebro. Me dijo que no conocía matrimonios entre árboles y mujeres, que por qué él. Por tu #actitud, sonreí. Supe que una inundación sólo lo haría más hermoso, que incluso debajo del agua encontraría la manera de fabricar cristales de colores con el moho.
Estuvimos de acuerdo en que él querría a una arbolesa como yo, y que yo querría a un hombre tan árbol como él. Y por eso hoy le  dedico esta entrada:  a él y a todos los árboles que cada día encontráis la manera de fabricar cristales con el moho.

El árbol que eres (Invierno)

Microplaceres 6-10
Desde que soy árbol, me gusta el invierno. Qué felicidad quedarme quieta por un tiempo, y vestirme de blanco y de nada. En el frío del mundo, sé que con mis ramas muertas, alguien ha fabricado fuego y calor de hogar. ¡Soy parte de un bosque y de algo más grande que yo!
Qué paz, hibernar con raíces bien ancladas.
Desde que soy árbol, me gusta el invierno.