A la vejez, lecturas

A la vejez, lecturas

A la vejez, lecturas 2¿Sabíais que en las fábricas cubanas existía la figura de un lector, que leía en voz alta a los demás obreros mientras realizaban su trabajo? Lo cuenta Alberto Manguel en su Historia de la lectura. También cuenta Manguel que a San Agustín le reprendieron por leer en la intimidad y en silencio; transgredía el ritual de la lectura en voz alta, compartida.

Cuando somos niños las historias viajan a través de la voz de la madre (o el padre), sonidos de refugio y juego. Después, en algún momento entre el rito del cuento y la mayoría de edad se produce el milagro del encuentro o la historia de desencuentro con los libros. Pero ¿y en la tercera edad? ¿Qué sabemos sobre cómo leemos cuando ya no somos jóvenes? ¿Preferiremos leer o que nos lean? ¿La lectura compartida o en la intimidad? “Se envejece como se ha sido” me dijo una trabajadora social de una residencia, cuando le pregunté sobre esa etapa de la vida. Ahí deduje que, entonces, ¿a lo mejor leeremos como hemos leído?

A Carmen su padre le leía cuentos fantásticos. Algunas tardes, cuando llegaba de la escuela, su padre cogía el mismo libro y le narraba historias de sitios que no conocía, gente de otro planeta con nombre impronunciable,  misterios sin resolver. Era la España de los años treinta en un pueblo aragonés. Con los años, Carmen se casó y con el anillo llegó la renuncia a un tiempo propio, aunque ella no me lo contó como pérdida, sino como un hecho natural. La conocí en los últimos años de su vida, cuando ya no podía moverse nada. Nada. Bajaba -la bajaban- los viernes al club de lectura. Cuando la vida de Carmen  llegaba lentamente a su epílogo y el club finalizó,  subí a despedirme. “Me gustan las historias en las que me siento transportada” me dijo. Con esas palabras entendí su atención y asistencia: venía por querer viajar a un planeta donde moverse con libertad ente historias, lejos de su cuerpo y cerca de un tiempo donde volvía de la escuela y la esperaban su padre y un libro.

A la vejez, lecturas. ¿Podremos leer o nos leerán otros? ¿Querremos solo releer lo que ya nos gusta, estar con gente que ya nos cae bien? ¿Se envejece como se ha sido y se lee como se ha leído?

(Imágenes de Pixabay)

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