Mafalda vuelve a correr

Después de un año y pico sin correr (a ver, ehhhhh, que yo de deportista lo que Mafalda en chándal), y una larga discusión ayer con el dependiente de la sección de deportes del corte inglés, porque no hay manera de conseguir ropa de running que te cubra los riñones (¿los riñones y el culo no son del cuerpo y no pasan frío?), rogué que Madonna se pusiera un día una sudadera larga y así se pondría de moda las cosas largas y cómodas (de los bikinis hablaremos en otro momento…). Bueno pues después de todo eso, mil gracias a los consejos de mi Pilar Martínez, las plantillas de Mónica Espeleta, y el recuerdo del cariño con el que mi amigo Javi me ayudó cuando empecé, esta mañana he vuelto a trotar un poco. Me he olvidado de correr a lo «chico habitante del ejército de Esparta» (la tengo muy grande, antes morir que parar, perder es «caca», yo voy a cazar el mejor mamut y la tribu me va a aplaudir,
competircompetircompetir, objetivoobjetivo, si corro más seré más), que es un poco lo que hacía antes. Liberada de esa actitud fálico-narcisista que es un rolloooo, he pensado que todo el mundo tenemos derecho a ser torpe en algo: parar-trotar-parar-trotar, mirar los árboles, agradecer, por Dios, !ese público fiel! del cincuentón ciclista que invariablemente piropea a nosotras mujeres de cuarentay (los de cuarentay están ocupados mirando a las de treintay). Básicamente, me he dedicado a ser feliz trotando como me pedía el cuerpo, harta de objetivos y retos vitales y, sabiendo que correr no es mi superpoder (son otros, que no cuento), reivindico mi derecho a ser torpe, correr a lo chica, llevar sudaderas que me tapen el culo, por favor, que se me enfría y pararme cuando quiera. El placer no tiene reglas. En fin y sobre todo: a correr y a la vida… con humor.
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