Cross-paseo flowerpower: al running con humor.

Corredores de la ribera del Ebro, a mí no me engañáis. A los que paráis en los tramos escondidos, metéis barriga cuando pasan chicas, mentís sobre vuestros tiempos, las rodillas no os dejan ser supermanes, echáis las tripas esperando “One day will be the day”, os digo: TODAY IS THE DAY. Romped las cadenas de vuestros pulsómetros y venid conmigo al país de corrrocomoquierosegúnmepidelcuerpo, concentraos en lo importante, os doy opciones: mirar a las chicas/os y darles un buen repaso, seguir el ritmo de la canción según te plazca, parar cuando ves un perrito ay que monoooooooo, dejar que el atardecer te abrace, preguntarte dónde se habrá comprado esa chica esas leggins rosas tan monas aunque sepas que no te quedarían bien, envidiar a los que se besan, escuchar a tu cuerpo, que nadie te dice que correr
no es llegar, sino sentirse fuerte y libre, que puedes parar básicamente cuando te dé la gana sin que por ello recibas un castigo divino, que no es obligatorio el uniforme fosforito-apretado decathlon, que no tienes que demostrarte nada a ti mismo, que puedes encontrarte a alguien y quedar para una caña, y que el viento en la cara, dejar que te guiñen el ojo y el color del Ebro ese día es tan importante en todo esto como los estiramientos de después. Que los tiempos (como el tiempo) es relativo, y el cuerpo ya es perfecto si lo mira alguien que te quiere, y si no pues k-l-den. Que lo importante no son los objetivos, sino ser feliz. Corredores de estar por casa, TODAY IS YOUR DAY. Hay esperanza para vosotros, se llama cross-paseo flowerpower y lo practicamos aquí, en Reyeslandia.

De cómo para disfrutar en la pisci debes hacer ruido y tener una nevera de corchopán

A los que os quedáis en agosto en la ciudad y no vivís en urbanización con piscina: hay esperanza. Se llama piscina pública, y es un ecosistema que varía. Durante la semana puedes encontrar pequeños reductos de paz y silencio, incluso nadar, pero los domingos mutan hacia formas extrañas de selvas ruidosas. No os preocupéis, después de una sesión de observación participante, os doy algunas claves para vuestra supervivencia social: 1/ Madrugar para apropiarte de la mejor tumbona, que requiere un estudio previo sobre las horas de sol-sombra en cada flanco (los jubilados son expertos en el tema). 2/ Tendrás que acudir en pandilla (asegúrate de que lleven muchos tatuajes y bikinis chillones), y realizar ejercicios de ostentación lúdica todo el rato: comer, beber y gritar mucho y no parar de hacer cosas. Para lo primero, necesitarás tuperwares muy grandes y el día anterior cocinar sin parar para llenarlos de: pechugas empanadas, pimientos, tortillas, tarta casera de galletas maría. Atención: los bocadillos parece ser que están prohibidos, porque permiten menos interacción social, dado que es importante que regularmente grites “pásame esto y lo otro”.
También deberás llevar todo tipo de chuches, y tener en cuenta que cada cosa requiere su nevera portátil diferente: la normal familiar, la normal XXL a la que puedes ponerle ruedas (esto es verídico), y mi preferida: una de tamaño ataúd, de corchopán, para las cervezas y el tinto de verano. Hay otros elementos básicos como el hule no discreto, el juego de cartas con funda de terciopelo, el termo de café con estampado a cuadros y la bolsa de mercadona con unas treinta barras de pan. Deberás tomar muchas fotos y colgarlas inmediatamente en facebook y, si pensabas que el radiocasette con música a tope estaba obsoleto, parece ser que sigue vigente. Mis amigas y yo no sabíamos nada de todo esto y acudimos la una con una fiambrera de comida vegana-ayurveda, otra con una ensaladita en bolsa térmica unipersonal de tienda de diseño y yo con un modesto sándwich. A falta de un yate en alta mar, decidimos aprovechar la lección de antropología básica que nos ofrecieron nuestros vecinos de mesa, de la que concluimos que para disfrutar de la vida no hace falta mucho dinero, sino muchos amigos, comer y beber sin parar, hacer ruido y tener una gran nevera de corchopán.

A la piscina con humor: de manías y territorios

A la piscina con humor: de manías y territorios. El otro día en el vestuario se produjo un acto de empatía fascinante. Estando TODAS las taquillas VACÍAS, resulta que vino una chica a ponerse, justamente, en la de al lado de la mía, momentos antes de que una de mis señoras-andadoras-de-piscina viniera a dejar sus cosas en la siguiente a la nuestra. Me pregunté si había alguna regla no escrita sobre la obligatoriedad de usar taquillas seguidas, incluso estando las demás vacías, regla que yo habría infringido durante años. La chica comenzó a disculparse con la señora-andadora-de-piscina por el continuo choque de puertas (¿lógico?), aduciendo que fíjate, oye, (risa floja), tenía la costumbre de usar siempre la misma. La señora-andadora-de-piscina sonrió abiertamente, brazos en jarra, oye pues fíjate que le pasaba lo mismo, y ahí que las dos comenzaron a hablar chocando sus puertas y sus cuerpos –con mi puerta y mi cuerpo también- estableciéndose una corriente de simpatía mutua, de la que yo por supuesto me hice ajena en cuanto pude. Entrando ya en el agua, media hora antes yo había cumplido con mi ritual de pedir al universo una calle para mí sola, que el universo tuvo a bien concederme.
Mi felicidad la alteró un señor que se metió en mi calle, lo cual no es extraño, salvo por el hecho de que la calle de al lado también estaba V-A-C-Í-A (debía ser novio de la chica del vestuario o hijo de la señora andadora). Y empecé a pensar en lo que nos une, separa o definen las manías: no da para contarlo en una entrada corta, fue la conclusión. Sí que da para confesar las mías, que a la llegada del verano se traduce en la súplica a mis amigas con coche para que me lleven a las piscinas de verano menos llenas (conocimiento sólo reservado a unos pocos iniciados, que no pienso revelar…). Espero con achicharrada paciencia mi momento, ¡la hora de comer! para colonizar el agua cuando no queda nadie, que por lo único que yo quiero, Dios mío, ser rica es por no trabajar y tener un trozo de piscina para mí sola, te-rri-to-rio-RE-YES-LAN-DIA, a la que poder conquistar, seducir e invadir cuando me plazca y sin necesidad de escuchar a Wagner.

Baby-sitters, amantes y psicólogas que se cuentan la vida por whatsap

De cómo ser Babysitters, fregonas, psicólogas y amantes sin morir en el intento, seguir siendo amiga de tus amigas y dar los titulares de tu vida por Whatsap. A las amigas que ejercen solas de madres, les mandé un whatsapp informándoles de mi blog, que no tendrán tiempo de mirar. Haciendo uso de un género literario inventado, nos damos titulares de nuestra vida. Los grandes periódicos se pierden frases como “inmersa en tareas de madre, babysitter, fregona, psicóloga y amante, sacaré tiempo para tu blog” o resúmenes como “blog superchulo, yo último repaso de depilación láser hasta siempre, tuve que escribir cuento para la guardería y me quedé sin neuronas”. Está la que roba dos medias horas a la semana para correr y ruega no toparse con semáforos en rojo porque entonces la media hora se le queda en cuarto, y eso es descansar, porque la carrera de verdad comienza cuando sale del trabajo (niñocenaduchacuentocama).
La que vivió y durmió tres días con la misma ropa, cogió complejo de vaca y soñaba con ubres gigantes y me llamaba para ensayar el diálogo con el pediatra para decirle que dejaba de dar el pecho, pero luego le faltaba valor. En este estado de cosas, amistad y tiempo, recibo en el móvil grandezas como “Niño con varicela, suegra ingresada, necesito teñirme pero ¡cuándo!” o “pretendiente num.2 casado (emoticón de horror) así k paso página, me ofrecieron empleo (emoticón de bieeen), niño con ex puedo quedar”. Supongo que la vida va de encontrar micromomentos de amistad y humor, aunque sea por whatsapp, por eso, aún sabiendo que no tendréis tiempo de leerlos, os doy mis titulares: “entendiendo estéis inmersas en papel de babysitters-fregonas-amantes-psicólogas, os veo menos… pero os quiero más”.

Mi abuela y la operación bikini

De cómo tendría que explicarle a mi abuela la operación bikini y que la gente corre sin huir de nada. El otro día un dietista decía que no comieras nada que no comiera tu abuela. Mi abuela, genio y figura (pero sobre todo genio) murió casi a los cien y nunca entendió que a los cabellos rizados de mis hermanas les echáramos algo para que, en vez de peinados y estirados como Dios manda, parecieran despeinados. Me imagino con ella en el supermercado, en la sección de leche, que ya no hay que hervir, que ya no tiene nata, y que además le quitan todo para volverle a poner cosas raras que dicen que necesitamos. El yogur normal ya no existe, lleva tropezones de cosas extrañas o no lleva nada porque si no engorda, y además le ponen ya azúcar o miel para que no tengas que tomarte la molestia de echarlo. Entre explicación y explicación, ella pondría brazos en jarra y (exabrupto). Luego iríamos a dar un paseo por la ribera y vería gente corriendo, y me diría si les persigue alguien, y le tendría que explicar que no, que lo hacen por deporte. Ella (exabrupto) diría que si hubiesen estado trabajando en el campo todo el día como hacía ella no les quedarían ganas. Vería a las chicas con las leggins de running apretadas y (exabrupto), que si no
llevaban ropa interior, y yo intentaría explicar sin éxito el concepto de tanga (a una mujer de su generación, de ropa interior de algodón y hasta la cintura, o sea cómoda). Ella volvería al tema de por qué ellas están corriendo y no haciendo las labores de su casa, y yo le explicaría que muchas lo hacen por ponerse luego un bikini muy justo, que es lo único que venden, y ella diría que por qué no un bañador (exabrupto), y yo le diría que eso hoy no es moderno. De ahí pasaríamos al concepto de depilación láser y hasta dónde llegan algunas y algunos con el tema y ella (exabrupto) diría cosas que no puedo reproducir por si esto lo lee gente, porque lleva muchos exabruptos y tiene que ver con su idea de que las mujeres donde mejor estaban es, básicamente, en su casa. Cierto que, volviendo al dietista, hay cosas que todavía hago como ella: hacer arroz con cualquier cosa no congelada, torrijas de verdad, garbanzos a remojo y no de bote, y lanzar un exabrupto de vez en cuando para ahorrarme psicoanálisis, echar los demonios y dejar clara mi (exabrupto) posición ante lo extraño de mi generación, a la que nos da por correr sin que nos persiga nadie, llevar ropa interior incómoda y comernos yogures con cosas que no necesitamos.